domingo, 19 de julio de 2015

Lucas

Él es Lucas. Entusiasta trabajador. No exige consideración especial alguna salvo aquellas que descubre en el resto de la cuadrilla; los buenos días al iniciar la jornada, la cooperación para las tortillas, y tal vez un recibo de nómina con su nombre al terminar la semana.
Parece que nadie lo nota, pero es Lucas, siempre Lucas, el último en suspender el trabajo.
Al final de la jornada se oculta entre las sombras de la segunda planta. Sus compañeros no acostumbran despedirse de él. En silencio, imagina sus siluetas alejarse calle abajo. Los imagina sonriendo, bromeando y alegres por regresar a casa.
La pequeña radio de don Sergio advierte que sólo ellos permanecen en aquel lugar. Puede ser que a Lucas no le interese la labor del viejo velador, o puede ser también que tantas jornadas bajo el sol del medio día le hayan bastado para convencerse de respetar las noches de quien custodia la obra mientras los compañeros duermen. De cualquier manera, parece que don Sergio ignora la presencia de tan silencioso acompañante.

Él es Lucas, y poco habría que decir de sus aspiraciones de camaradería y de sus exigencias obrero-patronales, de no ser porque desde hace seis años se niega a reconocer que su cuerpo yace bajo una pesada lápida que se pierde en el olvido del panteón municipal. Él fue Lucas; él es Lucas. 


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