martes, 5 de agosto de 2014

Por siempre en miércoles.

Por Jorge de Jesús Benítez Correa.
En un aparente dominio de la situación, el viejo de la estola púrpura lo invitaba a arrepentirse de los pecados cometidos en vida. El 'Cuate' mantiene sus ojitos entreabiertos y su cuerpo se extiende sobre la blancura de las sábanas que cubren el colchón, tal y como aquellas tardes que con el control de la televisión en la mano, se quedaba dormido durante la transmisión de algún encuentro de ligas mayores.

Tan solo es parte del ritual, recuerdo haber pensado desde el otro extremo de la habitación y balanceándome en la mecedora. Seguí observando con detenimiento cada uno de los movimientos de aquel extraño de estola púrpura, y recordé aquellos años en que decidí alejarme por completo de la iglesia.

Aunque me he esforzado en evitar la controversia que surge al abordar el tema, son los hermanos de mi madre, quienes fascinados por la oportunidad de contrariar a la abuela en la sobremesa de alguna reunión familiar improvisada, lanzan cuestionamientos sobre la vida íntima del sacerdote de la parroquia y sobre las diversas interpretaciones del gran libro.

Nunca estuve de acuerdo con la presencia de aquel viejo en la habitación, aunque por respeto a mi abuela, decidí mantenerme al margen de la situación. Me parece verla un tanto desorientada y confundida mientras contempla, sin movimiento alguno, la llama que corona el sirio que de manera ininterrumpida, ha brillado en las últimas lunas sobre el escritorio del vestíbulo.

Fue en ese momento, cuando el viejo de la estola púrpura, pidió al 'Cuate' que se arrepintiera de lo hecho en vida. Conteniendo la respiración, apreté con mis manos los descansabrazos de la mecedora, intentando contener el deseo de lanzarme al cuello de aquel extraño y obligarlo a salir de la habitación.

Pero qué pasa por la cabeza de este hombre, fue la interrogante que como un frío puñal mancilló mis pensamientos. Ya de pié, y a escasos pasos de aquel extraño, me pregunté qué tan conveniente es pedir a un hombre que se arrepienta de lo hecho en vida bajo estas circunstancias, ya que mientras el 'Cuate' se preparaba para inmortalizar su descanso de los miércoles, no eran paramédicos, enfermeras o en el peor de los casos, agentes del ministerio público quienes custodiaban su agonía.

Somos nosotros quienes estamos de este lado, somos el fruto de las decisiones que para bien o para mal tomó en su vida. No hay nada qué juzgar ni qué reprochar en este momento, ya no son necesarias las palabras de afecto o las demostraciones de amor. Todo está dicho, no por las palabras del 'Cuate', sino por las decisiones tomadas y sus pasos firmes sobre el sendero.

Finalmente, ahí está. El último aliento llegó mientras su cuerpo descansa bajo la mirada de aquellos que en repetidas charlas caseras y memorables parrandas con los amigos, reconoció como su más preciado tesoro y su legado para este mundo.

Nunca sabré lo que pasó por su mente, aunque conociendo al viejo 'Cuate', me gusta pensar que este miércoles se marchó a descansar sin arrepentirse de su vida, y por fortuna, puedo decir que salió de su casa con los pies por delante, tal y como sentenció de manera atinada en sus últimos años.

fin.

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